?Qué podemos hacer con la realidad?

Ayn Rand, fil?sofa, guionista de Hollywood y escritora rusa exiliada en USA durante la revoluci?n bolchevique escribi?:

?Podemos ignorar la realidad, lo que no podemos es ignorar las consecuencias de ignorar la realidad?.

La frase se modific? levemente a lo largo de los a?os resultando en versiones sutilmente diferentes:

?Podemos evadir la realidad, lo que no podemos es evadir las consecuencias de evadir la realidad?.

?Podemos negar la realidad, lo que no podemos es negar las consecuencias de negar la realidad?.

Uno puede sustituir los verbos por otros y crear m?s versiones: ?Podemos distorsionar/cambiar/jugar con/inventar/minimizar/silenciar/etc./ la realidad, lo que no podemos?? Lo cierto es que los cambios no son m?s que variaciones sobre un mismo tema. La verdad es que no sirve de mucho querer domesticar la realidad de acuerdo a nuestras conveniencias, necesidades o deseos. Tarde o temprano -en general m?s temprano que tarde- de golpe y a los golpes, nos avisa que quien manda es ella y se encarga de poner las cosas en su lugar. En ese momento nos damos cuenta de que no tenemos m?s remedio que agachar la cabeza y aceptar, obedientes, su poder?o incuestionable.

 

Disrupción, innovación, la espada y la Smith & Wesson de Indiana Jones

 

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Aunque suenen parecidas y sean las estrellas indiscutidas del universo Silicon Valley, disrupci?n e innovaci?n no son la misma cosa. A continuaci?n, un par de ejemplos que pueden ayudar a aclarar la diferencia.

Durante siglos la espada fue el arma principal de combate del hombre. Las primeras espadas de bronce eran letalmente afiladas, pero, dada la d?bil resistencia a la tracci?n del bronce, deb?an ser de longitud limitada.? La innovaci?n y desarrollo del acero y de otras aleaciones m?s resistentes, permitieron que las espadas crecieran en longitud, ancho, e importancia social: los espadachines m?s habilidosos se convirtieron en defensores de reinos y reyes, y la espada se transform? en s?mbolo de libertad y fuerza. Podemos decir que en este caso, ?innovaci?n? ser?a cada uno de los cambios y mejoras relativos a los materiales de fabricaci?n de la espada y a la evoluci?n de las t?cnicas de uso y manejo. En una palabra, la innovaci?n es cambio en sentido constructivo. Innovar es mejorar.

La disrupci?n es diferente. En la ya cl?sica pel?cula de aventuras ?Indiana Jones y los cazadores del arca perdida? hay una escena (ya cl?sica tambi?n) que magistralmente ilustra c?mo funciona la disrupci?n. Cuando Indiana Jones es desafiado por un ?rabe que revolea aparatosa y diestramente una espada maciza para amedrentarlo, Indiana, relajado, saca su pistola Smith & Wesson de la funda, le apunta y bang! asunto terminado.

Un producto, objeto, proceso, obra de arte, hecho o idea es disruptivo cuando aparece y transforma completamente la manera en que el mundo funciona. Para bien o para mal, modifica el curso de la historia.

La invenci?n e irrupci?n del arma de fuego (resultado de la invenci?n de la p?lvora) volvi? obsoleta la espada y cambi? al mundo de manera dr?stica. Eso es, en esencia, disrupci?n.

¿Qué es ‘ser auténtico’?

?Mi principal virtud es ser aut?ntico/a?, suelen repetir famosos y famosas nacionales e internacionales cuando se les pregunta sobre virtudes y defectos personales. Lo curioso es que tambi?n hay gente que considera la autenticidad como un problema o un defecto, entonces ante la misma pregunta responden: ?mi principal problema es que soy muy aut?ntico? a lo que le suelen agregar ?y demasiado frontal? o ?directo? o ?voy siempre a frente? u otras frases de honestidad y frontalidad por el estilo. ?Ante la evidente ambig?edad sem?ntica del t?rmino, cabe la pregunta ?Qu? es en realidad ?ser aut?ntico??

Hacer y decir lo primero que a uno se lo ocurra, sin filtros y sin consideraci?n alguna sobre las consecuencias que pueda generar, puede ser para algunos una manera de ser aut?nticos. Para otros, es simplemente irresponsabilidad o lisa y llanamente, estupidez.? O sea, la autenticidad como impulsividad irrefrenable, no suele ser en general una actitud de vida fruct?fera. M?s bien, todo lo contrario.

Prefiero asociar la idea de ?ser aut?ntico? a ser consistente y congruente. Actuar de la misma manera en p?blico y en privado. Dir?a que alguien es aut?ntico cuando alinea acci?n con pensamiento y palabra y es y hace lo que dice y promete ser y hacer. Ser aut?ntico tiene mucho que ver con integridad: quien es aut?ntico es tambi?n ?ntegro. Una sola pieza s?lida y confiable.

Alguien aut?ntico no defrauda porque cuando debe admitir que se equivoc?, lo hace sin vueltas y sin excusas. ?Me parece que son aut?nticos quienes marchan por la vida sin m?scaras de ocasi?n; simplemente no las necesitan. Ser aut?ntico tiene que ver con cierta fortaleza de saberse humano e imperfecto y, con toda honestidad, reconocerlo.

Creo, en fin, que la autenticidad se nota o si se quiere, lo que se nota es la falta de ella o los esfuerzos forzados por aparentarla y exagerarla. ?La autenticidad que no es tal se siente, se percibe, se ve y causa la misma impresi?n que una planta de pl?stico con un poco de tierra h?meda en la maceta que la contiene: un embuste bastante burdo que se revela?f?cil ante la primera mirada atenta.

 

 

Placer y felicidad: tan parecidos, tan diferentes

El placer y la felicidad se parecen tanto que muchas veces los confundimos, nos confundimos y no somos capaces de notar la diferencia. Creemos que son sustitutos, diferentes formas de conseguir lo mismo. Pero no lo son. Al corto plazo la l?nea divisoria entre uno y otros aparece borrosa, se hace dif?cil distinguirlos, pero al largo plazo las diferencias saltan a la vista. Porque la realidad es que placer y felicidad son pr?cticamente polos opuestos. Veamos por qu?.

El placer es cortoplacista, se consume r?pido y f?cil. Como todo objeto de f?cil consumo, es adictivo y como ocurre con toda adicci?n el efecto que produce – o sea la sensaci?n de placer- disminuye con el paso del tiempo. Y se necesita m?s: m?s cantidad, m?s intensidad, m?s frecuencia para obtener el mismo resultado placentero. El placer se toma, no se da. El placer es ef?mero y ego?sta.

La felicidad es a largo plazo, y requiere esfuerzo para construirla porque, a diferencia del placer, la felicidad es una construcci?n deliberada y paciente, que se desarrolla en peque?os pasos y cuyos efectos no se esfuman al instante. Son duraderos y estimulan nuestras mejores propiedades. La felicidad no es ego?sta. Es generosa, nos incentiva a dar y no s?lo a tomar.

Los vendedores venden placer y los compradores, a veces desprevenidos, creen estar comprando felicidad. Promesas de dinero f?cil, juegos de azar, trash-food, una buena parte del contenido y actos de las redes sociales funcionan como veh?culos de placer, pero los consumidores se enga?an y adquieren ilusiones de una felicidad que nunca llega. Desorientados por la fugacidad de los efectos, redoblan la dosis de consumo para descubrir una y otra vez que la cosa definitivamente no funciona. No dura. No llena. El vac?o que deja el placer cuando se disipa, se intensifica con cada nueva experiencia.

Por otro lado, la felicidad es dif?cil de comprar. Requiere paciencia, planificaci?n y confianza. Lo m?s probable es que la encontremos como resultado de una serie madura y consciente de opciones, la mayor?a de las cuales tienen que ver con evitar el corto plazo, con buscar conexi?n con otros y con uno mismo, con una actitud generosa. La felicidad est? tambi?n en las peque?as cosas, como canta Serrat. Aunque esto suene a clich?, es bastante cierto; la felicidad y los momentos que en retrospectiva consideramos felices, generalmente est?n ligados a peque?as alegr?as cotidianas o a metas conseguidas luego de sostenidos y trabajosos esfuerzos.

La felicidad es un camino constante, sinuoso, complejo en algunos tramos, pero a medida que se avanza, construye. Construye y fortifica nuestra capacidad interior para sentir con plenitud el efecto de simples est?mulos externos, como por ejemplo: el aroma de una flor, una canci?n, el sabor de una comida.

El placer es un atajo. El problema con los atajos es que no siempre conducen al destino que uno espera o planea y con frecuencia, nos hacen perder el rumbo.

Podemos elegir la proporci?n de felicidad o de placer que queremos darle a nuestra vida. De nosotros depende. Es una buena noticia.