Nietzsche, la muerte de Dios y la modernidad

Gott ist tot?(?Dios est? muerto’), escribi? Friedrich Nietzsche a finales del a?o 1800 en ?As? habl? Zaratustra?. Esta frase breve, directa y descarnada tuvo un efecto demoledor y revolucionario en las estructuras filos?ficas y religiosas de la ?poca. Esas tres palabras contienen buena parte de la esencia misma de la filosof?a de Nietzsche. Veamos por qu?.

M?s all? de todas las interpretaciones filos?ficas e ideol?gicas que se han hecho y se hacen del pensamiento del fil?sofo alem?n, podr?amos sintetizar parte de su visi?n filos?fica mediante el concepto siguiente: no hay ninguna otra realidad aparte de la del mundo en que vivimos, ni tampoco otra vida aparte de la que tenemos ahora. Este hecho no es ni bueno, ni malo. Es. Punto. Enfoque concreto y realista, podr?a decirse. Dios muri? (es decir la Religi?n y sus derivados)?y nosotros quedamos como hu?rfanos, solitos y desamparados frente al mundo, a la realidad y lo m?s importante: frente a nuestra propia vida. ?Esta vida buena o mala, es lo ?nico que tenemos y habr? que?darle un sentido. ?Aqu? y ahora. No hay que sentarse a esperar castigos o recompensas celestiales por una raz?n muy simple: nunca van a llegar.

Desde Plat?n en adelante numerosas corrientes filos?ficas incluyeron la noci?n del ?m?s all??, en alg?n sentido superior y superador del mundo f?sico y terrenal. Las religiones como es de esperar, sostienen con m?s o menos matices, la noci?n de la vida despu?s de la muerte e influyen tambi?n en la concepci?n de nuestros valores y estructuras morales. Nietzsche lanza sus feroces embates filos?ficos contra todas las estructuras, tanto las religiosas como las morales. ?Afirma que fueron ?tiles en el pasado y para las sociedades que las originaron, pero que en el mundo moderno se han vuelto totalmente obsoletas. Nietzsche dice que el mundo moderno (el mundo de finales del siglo XIX, se entiende) gira en torno al materialismo, la ciencia, y la raz?n. Este hecho nos obliga a entender y aceptar que el mundo es lo que se ve y que las antiguas religiones y sus derivaciones morales son en el mejor de los casos, irrelevantes. ?En el mundo moderno, dice Nietzsche, Dios est? muerto. That?s it.

Amor, oferta, demanda y competencia

loveEn el libro «La l?gica oculta de la vida» el autor Tim Harford habla, entre otros temas, de las relaciones y el amor y lanza una pregunta tan inquietante como interesante: ?las personas se pasan la vida en busca de la persona ?nica e irrepetible que encarnar? los ideales del amor o ajustan sus est?ndares a lo que puedan conseguir? En otras palabras, ?qui?n tiene raz?n: los rom?nticos o los c?nicos?, pregunta Harford.

La idea es que los seres humanos somos m?s racionales de lo que creemos y por lo tanto, pensamos en el presente y en el futuro e intentamos predecir las consecuencias de nuestras acciones en el mundo incierto que nos rodea. Entonces cada vez que tomamos una decisi?n medimos (generalmente de manera inconsciente) los costos y beneficios de esa decisi?n. El amor, seg?n esta teor?a, no escapa a esta mec?nica de elecci?n racional y economicista: elegimos a una persona determinada porque sus beneficios superan su costo y consideramos que las consecuencias de la relaci?n con esa persona ser?n- calculamos- positivas.? S?, tan duro y desalmado como suena.

Se han llevado a cabo numerosos experimentos en sitios de citas con el prop?sito de comprender c?mo y por qu? la gente elige sus partenaires amorosos. Las conclusiones son llamativas: tanto los varones como las mujeres que visitan los sitios suelen tener ciertas preferencias de antemano (altura, edad, profesi?n, peso, etc.) con respecto a la pareja que buscan. Lo interesante es que si el d?a de la cita, las personas disponibles no cumplen con los requisitos y preferencias que se ten?an en mente, se bajan los est?ndares y se adapta a lo que hay, por as? decirlo. Para expresarlo de otro modo, cuando del mercado de citas se trata, nos conformamos con lo que podemos conseguir.

La deducci?n es bastante obvia: si, como dicen los rom?nticos, el amor s?lo se experimenta con una persona ?nica, ?por qu? en los sitios de citas se termina eligiendo en base a la gente disponible? Pareciera ser que el amor se termina adaptando a las leyes de oferta, demanda y tambi?n de la competencia, claro. Quien est? en mejores condiciones de competir y tenga m?s capital para negociar (belleza, dinero, potencial), obtendr? el ?bien? m?s demandado?

Conclusi?n controversial y c?nica del autor: si el amor es ciego, los amantes no lo son. Eval?an de manera inconsciente pero racional las oportunidades que tienen por delante y las tienen en cuenta?al comenzar?la relaci?n amorosa.??Hacen cuentas, eval?an escenarios posibles y si los c?lculos?resultan optimistas, se «enamorar?n» perdidamente el uno del otro.

 

La mediocridad y el problema del pescado podrido

fish?El problema del pescado podrido? es una genial met?fora del gur? del marketing Seth?Godin para explicar la din?mica de la mediocridad.? Seth explica lo siguiente:

Imaginemos un mercado de productos frescos dentro del cual se encuentra entre otros, un puesto de venta de pescados. El primer d?a, todos los pescados del puesto son frescos. Algunos se venden, otros no. Al segundo d?a, el pescado vendido se reemplaza por pescado nuevo y fresco, mientras que el que no se vendi? sigue ah? y como es de esperar, no luce tan atractivo como los productos nuevos. Al tercer d?a, el pescado no vendido muestra claros signos que revelan su mal estado y por supuesto nadie lo compra. En este punto, el efecto del pescado podrido (o casi) afecta negativamente a toda la mercader?a en general.? La gente mira y pasa de largo sin comprar.? El negocio no funciona y el due?o del puesto se va quedando sin recursos para afrontar la compra de pescado fresco. Llega un punto en el que ni siquiera puede reemplazar lo poco?que ha?vendido. ?El negocio se encamina al desastre.

?Qu? deber?a haber hecho el due?o? Al segundo d?a deber?a haber tirado el pescado no vendido. Es bastante obvio, pero dif?cil de llevar a la pr?ctica. ?Por qu?? Porque prefiri? la opci?n f?cil que fue bajar los est?ndares de toda la mercader?a y ver si pod?a zafar. As? m?s o menos funciona la mediocridad en todas las ?reas de la vida. Antes que tomar el camino obvio pero complicado, preferimos bajar los est?ndares de la vida y ver qu? pasa. En una de esas, pensamos, podemos zafar. Y as?, zafando, nos encaminamos hacia una vida de est?ndares reducidos. ?Eso es exactamente la mediocridad.

Las brujas de Macbeth

Macbeth4Tuve la oportunidad de analizar la tragedia de Macbeth en un curso sobre Shakespeare de la Universidad de Oxford. M?s all? de la historia inquietante de ambici?n y locura y de los potentes personajes de Macbeth y Lady Macbeth (sin duda inspiradores de la pareja presidencial de House of Cards), lo que m?s me atrajo de la obra fue el rol de las tres brujas que aparecen al comienzo. Son estas tres brujas (?Hermanas fat?dicas? seg?n la traducci?n) las que le revelan a Macbeth, un valiente general escoc?s, la profec?a que finalmente lo llevar? derecho a la desgracia: le vaticinan que se convertir? en rey de Escocia. El vaticinio se cumple (?o es?Macbeth quien se encarga de hacerlo cumplir?), pero las consecuencias para ?l y para varios de los que lo rodean, ser?n catastr?ficas.

Son varias las preguntas que la tragedia de Shakespeare despierta: ?qu? influencia tuvo la profec?a de las brujas en el destino de Macbeth? ?Podr?a haber elegido otro destino o simplemente estaba predeterminado y nada pod?a hacer para cambiarlo? ??Se trata tal vez de un caso de profec?a autocumplida? ?El general escoc?s us? la?fat?dica predicci?n (inconscientemente tal vez) para justificar las perversas acciones que lo conducir?an al trono? No hay que olvidar la poderosa influencia de la ambiciosa y manipuladora Lady Macbeth en esta historia. Pero ese es otro tema ?apasionante por cierto- que amerita un post aparte.

Lo genial de la obra y de la manera en que Shakespeare la desarrolla, es que uno no obtiene una respuesta ?nica y categ?rica. Todas las explicaciones, desde las esot?ricas hasta las psicol?gicas y racionales, parecen encuadrar a la perfecci?n en el universo de Macbeth. Un universo de l?mites difusos. Sentimientos tan humanos como la debilidad y la ambici?n se mezclan con elementos sobrenaturales de existencia real o imaginaria, qui?n sabe. Nada se sabe con certeza.

Shakespeare y sus brujas provocan preguntas y dudas sobre temas universales y atemporales (por esa raz?n Shakespeare es Shakespeare): la lucha del bien y el mal; realidad vs. percepci?n distorsionada de la realidad; libre albedr?o vs. destino; ambici?n, poder, locura y muerte. Preguntas y dudas eternas, existenciales y humanas que parecen no tener respuestas. No las encontr? el pobre general escoc?s devenido rey de Escocia y, como se sabe, todo termin? en tragedia.

?El orden nos hace felices?

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El soci?logo franc?s Jean Claude Kauffman en su libro Le C?ur ? l?ouvrage (traducci?n aproximada: ?Trabajar/hacer algo con pasi?n?) afirma que la humanidad dio un paso decisivo el d?a en que el hombre de Neanderthal decidi? que el lugar de las osamentas y restos de comida se encontraba fuera de su refugio. Un gesto en apariencia menor que sin embargo constituy? un gran avance en la conformaci?n de la arquitectura del cerebro humano. ?El hecho de ubicar la basura fuera de la vivienda es en definitiva un momento fundacional de la civilizaci?n humana. Somos humanos porque entre otras cosas, contamos con la capacidad de ordenar, separar y organizar.

El ?xito actual de ventas del libro La magia del orden de la japonesa Marie Kondo revela que el orden es un tema central en nuestra estructura humana y social. M?s all? del m?todo concreto y pr?ctico que Kondo recomienda para desembarazarse de objetos innecesarios, lo interesante del libro es que la autora relaciona el orden con la noci?n de felicidad.? La idea es simple. Sugiere que al momento de ordenar amontonemos las cosas de un determinado lugar (de la habitaci?n, por ejemplo), tomemos una de esas cosas y nos preguntemos: ?este objeto me produce alegr?a? Aconseja no pensar demasiado la respuesta.? Por ejemplo, tomamos una camisa y nos hacemos la pregunta, si la respuesta es ?s??, la guardamos. Si en cambio dudamos o pensamos demasiado, la donamos.? ?Por qu?? Porque esa camisa no nos despierta ni alegr?a ni placer; tal vez alg?n sentimiento de culpa (?la pagu? cara? o ?deber?a haberla usado m?s?). La teor?a de Kondo es que si privilegiamos estos sentimientos culposos, terminamos amontonando objetos sin valor personal que no solamente no usaremos jam?s, sino que adem?s al no donarlos, privamos a alguien que realmente los necesita, de tenerlos. Una acci?n in?til y ego?sta.

Es cierto, a veces nos resulta complicado deshacernos de ciertas cosas. El problema no es la cosa en s? misma, sino lo que representa: alg?n momento feliz del pasado. Conservar el objeto es un intento de preservar las emociones asociadas a ?l, o visto de otra manera, un intento de mantener vivo el pasado en el momento presente. ?Pero si nos hacemos la pregunta ?m?gica? de Kondo y la respuesta es ?no, nos despierta ninguna alegr?a?, deber?amos donarlo. La reacci?n post desprendimiento suele ser de alivio al sentir que finalmente nos hemos liberado de paralizantes ataduras del pasado.

Dos conclusiones/reflexiones:

  1. Como el hombre de Neanderthal, necesitamos desembarazarnos de nuestras ?osamentas? y restos, sacarlos de nuestro refugio, para ordenar no solamente nuestro h?bitat sino tambi?n la existencia.
  2. ?Necesita ordenar? Intente la pregunta simple y estrat?gica de Marie Kondo: ?Esto (lo que sea), ?me produce alegr?a??. Y ya que estamos, ?por qu? no hacerse la misma pregunta en todos los aspectos y situaciones de la vida? Si la respuesta es ?no?, ya sabe lo que tiene que hacer.

 

 

?El pez grande se come al chico? No siempre

remora 2La peque?a r?mora es un pez ?de estructura y comportamiento particulares. Tiene ventosas en la cabeza, lo que le permite adherirse al cuerpo de peces mayores como el tibur?n.?A causa de esta particularidad, la r?mora gana movilidad, protecci?n y ampl?a adem?s sus posibilidades de conseguir alimento. Porque aparte de la alimentaci?n ocasional que pueda conseguir, este curioso pececillo se alimenta de los peque?os crust?ceos y dem?s par?sitos que viven adheridos a la piel del tibur?n y tambi?n de los restos de comida que caen de la boca del pez mayor. Por otro lado, tiene protecci?n asegurada: es poco probable que a alg?n depredador se le ocurra atacar a una r?mora que se desplaza en compa??a de un tibur?n. Pero no solamente la r?mora obtiene beneficios de esta relaci?n. El poderoso tibur?n se mantiene limpio y libre de par?sitos gracias?a la?acci?n depuradora de su?modesto hu?sped.

Interesante relaci?n animal que despierta reflexiones aplicables a la vida humana. Por ejemplo, c?mo una relaci?n dispar de fuerzas puede funcionar arm?nicamente, siempre y cuando ambas partes puedan obtener claras ventajas de esa relaci?n. El poderoso no siempre se devora (literal o metaf?ricamente) al m?s d?bil. Como la r?mora y el tibur?n nos demuestran, la cooperaci?n basada en beneficios mutuos es perfectamente posible.

 

Kintsugi: el arte y técnica de destacar roturas y reparaciones

kintsugi2Pregunta: ?qu? hacemos cuando un jarr?n de cer?mica se nos cae al piso y se?despedaza en m?s o menos numerosos fragmentos? En general optamos?por tirarlo a la basura o, si los fragmentos nos son tantos, juntamos las partes y tratamos de unirlas prolijamente con alg?n pegamento transparente con el objetivo de ocultar las reparaciones.

La t?cnica del Kintsugi sostiene una perspectiva diferente sobre las roturas y reparaciones de objetos. Estrictamente hablando el Kintsugi es una antigua t?cnica japonesa de reparaci?n de objetos de cer?mica.? Lo interesante y particular de este m?todo es que en vez de tratar de disimular las roturas y arreglos, el Kintsugi los destaca, los hace visibles mediante colores y materiales que se diferencian marcadamente de los originales. ?Por qu?? Porque esta t?cnica (que es tambi?n una filosof?a de vida) sostiene que tanto la acci?n que provoc??la fractura?del jarr?n, como?la fractura?misma son parte de la historia del objeto, ergo no deben ocultarse. Al contrario, dice el Kintsugi, deben mostrarse como debe mostrarse tambi?n la complejidad de la reparaci?n y la imperfecci?n que resulta de ella ya que todos estos factores transforman est?ticamente la pieza reparada. La embellecen, le agregan valor, la enriquecen. En una palabra: la hacen ?nica e irremplazable.

Interesante, ?no? El Kintsugi en su dimensi?n filos?fica valora la?singularidad del objeto y del individuo. Podemos decir que destaca imperfecciones y trasformaciones, heridas y cicatrices que nos va dejando la vida. No hay nada que ocultar ni disimular. Todo forma parte de nuestra historia y sirve para testificar nuestro fugaz paso por el mundo. Es eso justamente lo que nos hace ?nicos, imperfectos e irremplazables.

 

Fidelidades: una cuestión de elección

Fidelidad, no se discute ni se cuestiona. Fidelidad, mandamiento sagrado y obligaci?n laica. Todos de acuerdo, ahora bien ?Fidelidad a qu? o a qui?n? ?a uno mismo o al otro? ?a los valores o a los deseos? ?a los compromisos asumidos o a los sentimientos que con el paso del tiempo y casi sin percibirlo, han mutado de forma y fondo? ?al destino que impone resignaci?n o a la libertad de acci?n y elecci?n que obliga a no resignarnos? Tal vez lo correcto sea hablar de diversas fidelidades en distintos planos de la vida, en vez de una fidelidad ?nica. Diversas y contradictorias fidelidades que conviven an?rquicamente en nuestro interior, gener?ndonos profundas confusiones existenciales. Veamos algunos casos.

La infidelidad en la pareja puede revelar fidelidad a uno mismo o por el contrario, la fidelidad a ciertos valores puede significar la infidelidad a los propios deseos. Invocamos valores, desplegamos enormes esfuerzos para ser fieles a ellos pero descubrimos que cuanto m?s nos aferramos a esos valores m?s nos alejamos de nuestros deseos m?s profundos, especialmente cuando los valores han sido recibidos a trav?s de una educaci?n sin cuestionamientos. A veces pasa tambi?n que nos consumimos la vida en un proyecto tratando de ser fieles a objetivos y ambiciones que poco tienen que ver con nuestra verdadera identidad, esencia e historia. Lo sabemos, lo sentimos en nuestro interior profundo: si pretendemos ser fieles a nosotros mismos, deber?amos renunciar a tales proyectos. Claro que lo sabemos y sentimos, pero no siempre hacemos algo al respecto. Resignaci?n, de eso se trata, aunque a veces la disfracemos de otra cosa.??Resignaci?n no es cobard?a, nos decimos casi convencidos. ?Resignaci?n no es cobard?a?

Aclaraci?n: no siempre es posible renunciar o abandonar metas, valores y compromisos asumidos. ?Hay otras partes involucradas y s?, a veces nos exigen reciprocidad en el cumplimiento de esa especie de contrato que alguna vez nos comprometimos formal o t?citamente a respetar. Pero negociar con otros no es tarea imposible. Pasa todo el tiempo y generalmente no sale mal. El problema es negociar con uno mismo. No pasa todo el tiempo y no siempre sale bien, sobre todo porque nunca nos animamos a empezar.

En realidad y si nos fijamos bien, las encrucijadas m?s decisivas de la vida son aquellas en las que nos vemos obligados a elegir entre dos caminos: el de la fidelidad a uno mismo, interior e ?ntima y el camino de la fidelidad hacia otros, que podr?amos llamar exterior. Tomar la decisi?n de transitar la v?a interior no siempre es sencillo. Explicar y explicarse por qu? un d?a decidimos dejar un trabajo de a?os, una carrera brillante y promisoria o una pareja de larga data sin demasiadas razones aparentes y cambiar bruscamente el itinerario de nuestras vidas, no es algo simple. No, pero es posible. Hay que tomar la decisi?n y elegir.

Estamos condenados a ser libres y obligados a elegir, dir?a Sartre. No somos libres de dejar de ser libres, ni contamos con la posibilidad de no elegir.? Inclusive cuando no elegimos, estamos eligiendo. ?No hay fuerza natural ni sobrenatural que nos imponga determinada conducta, ni nos obligue a vivir de determinada manera. No hay excusas, ni tampoco nada ni nadie a quien echar culpas, dir?a tambi?n Sartre. Y al lector que con razonable escepticismo, cuestiona el pensamiento del fil?sofo existencialista franc?s, aduciendo que la vida est? colmada de situaciones que uno no elige como accidentes, enfermedades o inclusive el mismo hecho de nacer, Sartre le responde: ?Yo puedo ser inv?lido sin haberlo escogido. Pero lo que puedo elegir es la manera de considerar mi enfermedad: intolerable, humillante, aprovechable, ejemplificadora, etc?.

Entonces, cuando las fuerzas de fidelidades opuestas nos tironeen sin piedad ni respiro y finalmente nos decidamos a tomar un determinado camino,??ser?a sano y sabio tomarse un momento para ver qu? y por qu? elegimos ?libremente- lo que elegimos.?Y por supuesto, habr? que hacerse cargo…

?Por qué vale la pena vivir?

Woody Allen en la pel?cula Manhattan, recostado en un sill?n, micr?fono en mano, habl?ndole a un grabador setentista a casette se pregunta: Why is life worth living? (?por qu? vale la pena vivir?). Responde lo siguiente: primero, que es una buena pregunta (lo cual es indudablemente cierto) y acto seguido reconoce que en la vida hay ciertas cosas que valen la pena. ?En un medido rapto de confesi?n psicoanal?tica, empieza a enumerar las razones por la cuales la vida merece ser vivida. ?A fuerza de pura asociaci?n libre, Woody (m?s Woody Allen que nunca) enuncia su listado que contiene entre otras cosas y gente a: Groucho Marx, las peras y manzanas de Paul C?zanne, el segundo movimiento de la sinfon?a ?J?piter? de Mozart, ?La educaci?n sentimental? de Flaubert, Frank Sinatra, etc. En un momento y casi sin darse cuenta, ?el inconsciente le revela un motivo inesperado: la cara de Tracy (personaje encarnado por una jovenc?sima Mariel Hemingway). Esta revelaci?n lo toma por sorpresa y mientras se repone sonriente de este descubrimiento repentino, comienza a sonar en un in crescendo suave, perfectamente calibrado, ?la exquisita melod?a ?He loves, she loves? de George Gershwin. ?Quienes vieron la pel?cula recordar?n que la escena se transforma gracias a la genialidad de Allen, a la m?sica sublime de Gershwin y por supuesto a la revelaci?n en s? misma,? en uno de los momentos m?s bellos, po?ticos y rom?nticos del cine.

En realidad eleg? inaugurar este blog con la famosa escena de Manhattan porque aparte de encarnar una asociaci?n perfecta de poes?a y cine en su m?s puro estado, nos propone un interrogante que no estar?a mal de tanto en tanto tratar de responder/se: ?Por qu? vale la pena vivir? ?La metodolog?a que usemos para elaborar respuestas no importa mucho. Puede ser que queramos recrear la bella escena del maestro del clarinete en versi?n 2.0, y recostados en un sill?n le hablemos a alguna tablet, laptop o similar artefacto tecnol?gico moderno. O puede ser tambi?n que hagamos un repaso mental elemental sin registro alguno, mientras tomamos caf? o mate con medialunas e inclusive incorporemos el caf?, el mate y las medialunas a la lista de las cosas por las que vale la pena vivir. No importa el c?mo, no importan los ?tems de la lista, lo que importa, creo, es que de vez en cuando uno se tome un tiempo, aunque sea un ratito nom?s, para recordarse que a pesar de todo hay ciertas cosas y seres que con unos pocos y simples atributos nos recuerdan que ah? est?n, a mano, disponibles, presentes, para cuando necesitemos encontrar respuesta a la m?s b?sica de las preguntas existenciales: ?Por qu? vale la pena vivir?

 

Obsequio del d?a, la mentada escena Why is life worth living? del film ?Manhattan? (1979).