El placer y la felicidad se parecen tanto que muchas veces los confundimos, nos confundimos y no somos capaces de notar la diferencia. Creemos que son sustitutos, diferentes formas de conseguir lo mismo. Pero no lo son. Al corto plazo la l?nea divisoria entre uno y otros aparece borrosa, se hace dif?cil distinguirlos, pero al largo plazo las diferencias saltan a la vista. Porque la realidad es que placer y felicidad son pr?cticamente polos opuestos. Veamos por qu?.
El placer es cortoplacista, se consume r?pido y f?cil. Como todo objeto de f?cil consumo, es adictivo y como ocurre con toda adicci?n el efecto que produce – o sea la sensaci?n de placer- disminuye con el paso del tiempo. Y se necesita m?s: m?s cantidad, m?s intensidad, m?s frecuencia para obtener el mismo resultado placentero. El placer se toma, no se da. El placer es ef?mero y ego?sta.
La felicidad es a largo plazo, y requiere esfuerzo para construirla porque, a diferencia del placer, la felicidad es una construcci?n deliberada y paciente, que se desarrolla en peque?os pasos y cuyos efectos no se esfuman al instante. Son duraderos y estimulan nuestras mejores propiedades. La felicidad no es ego?sta. Es generosa, nos incentiva a dar y no s?lo a tomar.
Los vendedores venden placer y los compradores, a veces desprevenidos, creen estar comprando felicidad. Promesas de dinero f?cil, juegos de azar, trash-food, una buena parte del contenido y actos de las redes sociales funcionan como veh?culos de placer, pero los consumidores se enga?an y adquieren ilusiones de una felicidad que nunca llega. Desorientados por la fugacidad de los efectos, redoblan la dosis de consumo para descubrir una y otra vez que la cosa definitivamente no funciona. No dura. No llena. El vac?o que deja el placer cuando se disipa, se intensifica con cada nueva experiencia.
Por otro lado, la felicidad es dif?cil de comprar. Requiere paciencia, planificaci?n y confianza. Lo m?s probable es que la encontremos como resultado de una serie madura y consciente de opciones, la mayor?a de las cuales tienen que ver con evitar el corto plazo, con buscar conexi?n con otros y con uno mismo, con una actitud generosa. La felicidad est? tambi?n en las peque?as cosas, como canta Serrat. Aunque esto suene a clich?, es bastante cierto; la felicidad y los momentos que en retrospectiva consideramos felices, generalmente est?n ligados a peque?as alegr?as cotidianas o a metas conseguidas luego de sostenidos y trabajosos esfuerzos.
La felicidad es un camino constante, sinuoso, complejo en algunos tramos, pero a medida que se avanza, construye. Construye y fortifica nuestra capacidad interior para sentir con plenitud el efecto de simples est?mulos externos, como por ejemplo: el aroma de una flor, una canci?n, el sabor de una comida.
El placer es un atajo. El problema con los atajos es que no siempre conducen al destino que uno espera o planea y con frecuencia, nos hacen perder el rumbo.
Podemos elegir la proporci?n de felicidad o de placer que queremos darle a nuestra vida. De nosotros depende. Es una buena noticia.